

Por su comodidad y sus ventajas frente a otros sistemas, la calefacción de gas natural es una de las más extendidas en esas zonas a las que llega el suministro canalizado. Esta fuente de energía no solo tiene un elevado poder calorífico, sino que su precio es más bajo que el de otros combustibles o que el de la electricidad. Por ello, aunque la instalación de los sistemas de calefacción suponga una inversión a veces elevada, a la larga se amortiza con creces.
Hay dos sistemas de calefacción de gas natural. El más extendido es el que funciona mediante circuitos de agua instalados desde la caldera hasta radiadores repartidos por todo el inmueble. Este es un sistema muy eficiente, que, además, calienta rápido las estancias, aunque el reparto de ese calor puede ser irregular.
Junto a este sistema tradicional de calefacción de gas natural, en los últimos tiempos se está popularizando otro: el suelo radiante. En este caso, los circuitos de agua discurren por debajo del suelo. Su instalación, evidentemente, es más cara, ya que en viviendas construidas no queda más alternativa que realizar obras. Sin embargo, es más eficiente, ya que el agua circula a baja temperatura y el calor es más homogéneo.
Sea cual sea el tipo de calefacción de gas natural elegido, la caldera es imprescindible para que pueda funcionar, ya que es la que calienta el agua que luego circula por el circuito para calentar los radiadores o los tubos del suelo radiante.
A la hora de elegir caldera para la calefacción de gas natural, es importante elegir un aparato adecuado. Hay que tener en cuenta que debe tener suficiente potencia como para calentar el agua que necesita toda la instalación. Sobre todo en el caso de radiadores, si la caldera no tiene fuerza, estos no podrán funcionar de un modo eficiente. Esta circunstancia, a su vez, supone un mayor consumo y un mayor desgaste del aparato.
Por otro lado, es importante saber que tanto el Reglamento de Instalaciones Térmicas de los Edificios (RITE) como la normativa europea relativa a emisión de gases invernadero obligan a que los sistemas de calefacción de gas natural tengan calderas de condensación. La ventaja es que, aunque más caras, son más eficientes, ya que aprovechan el calor del vapor de agua generado por la combustión. El ahorro en el consumo puede llegar hasta un 30%.
El funcionamiento de un sistema de calefacción de gas natural es simple. El gas llega a la caldera, donde se realiza la combustión, y es esta la que calienta el agua que alimenta los tubos del circuito.
Este circuito está conectado a cada uno de los radiadores, que son los que emiten el calor. Luego, el agua retorna a la caldera por otro. En sistemas de calefacción de gas natural, la instalación del circuito puede ser en paralelo o bitubo (los radiadores tienen dos llaves, por una entra el agua caliente y por otra sale) o monotubo o en serie (solo hay una llave por la que entra y sale el agua).
En el caso del suelo radiante, es el propio circuito (normalmente de tuberías de polietileno de alta densidad o polibutileno) el que reparte el calor. El agua circula a unos 45º C, una temperatura mucho menor que en el caso de instalaciones de calefacción de gas natural mediante radiadores.
Un sistema de calefacción de gas natural ofrece infinidad de ventajas: es eficiente y seguro, es más limpio que otros, no se necesita espacio para almacenar combustible y tampoco se corre el riesgo de que haya una interrupción porque este se agote.
Eso sí, no hay que olvidar que cualquier sistema de calefacción de gas natural está obligado por ley a someterse a una serie de inspecciones periódicas: cinco años en el caso de la instalación de gas y dos en el de las calderas domésticas